El Monte Saint-Michel es uno de esos monumentos que podrían estar contemplándose durante días sin mover la vista. Está situado en la costa oeste francesa en el límite de Normandía y Bretaña, erigido sobre un islote de granito que le da esa grandiosidad.
Ocupa una superficie de aproximadamente 500 kilómetros cuadrados y es rodeado por el agua cada vez que suben las mareas. Es impresionante la diferencia que hay entre bajamares y pleamares ya que desde la marea baja a la marea alta hay una diferencia de 15 metros de agua. Gracias a esta situación hay una gran diversidad de fauna y flora que dan todavía más armonía al lugar. En su interior se esconde un pequeño pueblo que podría ser de cuento, en el nos sentiremos como dentro de una película.